en aquella hora maldita
en la que la vida te regaló tu sueño
dejaste de ser el dueño
para, del sueño hacerte cargo
¡tú tenías que hacer algo!
¡algo grande, y sin retardo!
¡algo enorme, y con petardos!
¡algo que ofrecer a todos esos bastardos!
¡fuego y ardo!
para que se fuera quemando
en la hoguera de las vanidades la ira
para que dejasen de abrasarnos
¡todas... y tantas cuitas!
las expectativas chiquitas
¡tantas... y todas las pesadillas!
hijo mío, en tus manos encomendamos
el honor de una dinastía zanjada
el bienestar de la familia arruinada
la sensación de seres insensatos
tu futuro
y nuestros pasados frustrados
domingo, 28 de noviembre de 2010
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ES ley de vida esperar que los hijos nos superen, tal vez por eso nos equivoquemos y les cargemos con tantas expectativas.
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