paisaje difuso
que se esfuma con el humo
del fuego que se expresa
adherido a la leña
queda de lo que era
un montón de cenizas, apenas
que serán pasto del viento
y el viento, de la brisa ligera
y entre salto y salto
en cada estación, alimento
de la humedad del invierno
y de la primavera primera
entonces disfrutarán mis ojos
de aquellas cenizas muertas
por los últimos estertores
del otoño remoto
justo antes del verano, cuando
el calendario salga de cuentas
y en su parto resucite al tronco
que fuera pasto de hogueras
aquel atardecer nefasto
yo también lloraba mil penas
apenado por tantas vidas extintas
ahogadas en las brasas fieras
del enésimo árbol centenario
que se estaba quemando
viernes, 18 de junio de 2010
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